El silencio de los puerperios

Aún me parece que fue hace dos días, y vamos camino de los siete años.  Y hasta que no tuve a mi segundo hijo, no me di cuenta de que lo que viví con el primero, no era más que una depresión post parto.

Tuve la suerte de tener un parto rápido, en menos de siete horas rompí aguas y nació mi peque. Fue de noche, y nació de madrugada.  Durante todo el día, tuve visitas (primer nieto, primer hijo de amigos…). Todos querían vernos, y aunque fueron visitas cortas, y muy respetuosas, llevaba 24 horas despierta, con un peque en mi vida, totalmente agotada. Así que esa primera noche, el durmió siete horas del tirón, y yo con él. Lo agradecí en el alma, hasta que llegó una enfermera a preguntarme cuánto había comido.

Al decir la verdad, que de uno a ocho no había pedido teta y habíamos dormido, comenzó la pesadilla. Me dijeron que aquello estaba fatal, que tenía que despertarlo cada dos o tres horas, que si me creía que los bebés dormían tanto, que tal vez le pasase algo…. ¿Os imagináis que paso después? Todos los sentimientos de culpabilidad del mundo sobre mi cabeza. Me obsesioné con despertarlo cada poco para que tomara el pecho, y así nos pasamos durmiendo mal los siguientes 3 años. Cada vez que lloraba, y estaba agotada, o no sabía que hacer, desesperaba.

Llegue a verbalizar que no servía para ser madre, qué tal vez sería mejor darlo en adopción para que alguien mejor que yo lo cuidara…

Como no engordaba mucho, del hospital nos dieron el alta con una pauta de control diario por la pediatra. Por suerte, nos tocó una pediatra maravillosa. En la primera cita, me pregunto más sobre cómo estaba yo, que como estaba el bebé. Y en aquella conversación, supongo que se daría cuenta de lo mal que lo estaba pasando. Me dijo que lo estaba haciendo muy bien, que el bebé simplemente era pequeño, pero que estaba perfecto.

El primer año, se hizo muy cuesta arriba, más cuando a las 16 semanas tocó volver a trabajar. Y ahí otra vez los sentimientos de culpa: que por qué lo dejas en una escuela, que por qué no contratas a alguien mejor…Tarde mucho en entender que lo que me pasaba, les pasaba a un montón de mujeres más.

Y al tener a la Segunda, aprendí. En el hospital me dijeron que mejor le diera biberón. ¡Les dije que por supuesto! Ya haría yo lo que veía. Cada dos horas, “se despertó para comer”. Y cuando volví a mi casa, hice lo que yo veía.

Si este texto sirve para que alguna mamá se sienta identificada, con todo el cariño del mundo, le digo dos cosas: que a cualquiera que opine sobre su forma de crianza le de la razón como a los locos; y luego ella haga lo que mejor vea para ella y su bebé.  Y que, para su bebé, ella es y siempre será, la mejor mamá del mundo.

 

Por Por Olaya