«Gracias a muchas páginas y redes de apoyo he podido salir adelante»

Después de mi primer parto lleno de violencia obstétrica, ¡empezó el verdadero calvario! Desde el primer momento del posparto sentí que algo no andaba bien. Luego de cero piel con piel y de horas de estar separada inexplicablemente mi bebé, que estuvo en neonatos para la no observación y la no valorización neonatal, lo conocí muchas después del parto. Cuando lo tuve en brazos sentí un gran vacío, aun duele como el primer día y no puedo evitar llorar de tan solo pensarlo.

La primera noche en el hospital del infierno tuve una pesadilla horrorosa, soñé como me maltrataron durante parto, pude volver a sentir el mismo dolor de aquel tacto vaginal y desperté horrorizada con esa desagradable sensación en mi cuerpo. Ya en casa, los días pasaban, me sentía estresada, no podía dormir no solo porque daba pecho, sino que empecé a tener pensamientos obsesivos con relación al parto, en mi mente se repetía una y otra y otra y otra vez sin parar todo lo que viví en aquel hospital del averno, me sentía violada, me sentía sucia, empecé a sentirme enfadada conmigo misma por no defenderme, por no luchar. Pasan más días y sigue en aumento mi mal humor, hablo con agresividad, estoy extremadamente a la defensiva, me irrito y sobresalto por todo, no quiero visitas, no quiero abrazos no quiero compañía, quiero estar sola. El llanto del bebé es indiferente para mí, no causa malestar ni ninguna otra sensación, atiendo las necesidades del bebé de forma mecánica, como si fuese un robot y si alguien quiere hacerse cargo de él, por mi bien.

Empecé a rechazar a todos los médicos, le agarré mala idea a todos, fantaseaba con ir donde la doctora que me maltrató y gritarle a la cara todo el mal que me ha hecho. También fantaseaba con el parto, deseaba repetirlo, pero de forma diferente, me planteaba varios escenarios, parir en agua, parir en casa, parir en la selva amazónica, o donde fuese, menos en aquel sitio y ¡de la nada me surgía la culpa! Culpa de no hacer esto, de no haber dicho esto, de dejar que tal cosa pasara, de no oponerme, permitir esto, de tantas cosas….A pesar de que me había informado y había hecho curso prenatal y de preparación para el parto, ¡eso era lo que más me quemaba por dentro!

Un día de esos, en medio de mi obsesión buscaba información sobre la violencia obstétrica y vídeos sobre el parto, solo pensaba por qué mi parto fue así. Por qué no fue como este vídeo. Por qué me trataron así. Por qué no me dejaron hacer piel con piel. Por qué me arrebataron mi hijo.

Luego de un vistazo a un vídeo entré en crisis, sentí que me habían robado algo, algo de un valor incalculable, de pronto me quité la ropa y comencé a arañar mi cuerpo buscando que se quitara una horrible sensación que sentía, una sensación de estar reviviendo todo otra vez, lloraba frenéticamente y gritaba, me sentía iracunda, violenta, llena de rabia. Mi madre trató de calmarme, pero no lo logró. Me dijo: «hija si sigues así te llevaran al manicomio y ¿quién le dará el pecho a tu bebé?». No olvidare las ganas que tuve de abrirle con mis uñas la boca y arrancarle la lengua. Desde este incidente la relación con mi madre se deterioró, se fue en caída. Ella trataba de darme apoyo, pero con sus palabras, comentarios y consejos que yo nunca le pedí, solo le echaba más leña a la hoguera que estallaba en mi interior, frases como: “al final todo salió bien, tienes un bebé sano, los dos están bien, y la que yo particularmente considero la peor de todas «deberías estar agradecida»” ¿Agradecida de qué? Yo parí, nadie parió por mí, lo único que hicieron fue destruir el momento que tenía que ser maravilloso para ambos, convirtiéndolo en el origen de todo lo que sufro ahora. Ciertamente entendí que sería muy difícil encontrar algún apoyo de alguien, pues aparte de que tenía un malestar emocional y psicológico, no podía expresarlo y mucho menos quejarme, así que tenía que tragarme todo aquello y vivir lo sola.

Transcurren los días de esos y surge en mi otra locura: ¡tengamos otro bebé- le dije a mi marido. El inmediatamente dijo: ¿tan rápido? ¡Si apenas han pasado cuatro meses! ¡Yo creo que será mejor esperar unos años! Pero lo que él no sospechaba era que, en aquel momento, no era que yo realmente deseara otro bebé, sino más bien quería sanar mi experiencia, con otra más positiva, quería reiniciar todo pero esta vez hacerlo bien, tener el control y esa idea se me enterró como un puñal, y era todos los días hablar con mi marido sobre tener otro bebé, pero eso no sucedió, sino mucho después.

Un día de esos, estaba en la cocina, sin aviso mi mente se fue aquel día, de un momento a otro, perdí el control de mi cuerpo, sentía que estaba viviendo otra vez todo aquello, lo que me hicieron en el parto. Sentía como me agarraban a la fuerza, vi sus ojos, sentía el dolor, la impotencia, quería correr pero mis piernas estaba paralizadas, la boca me temblaba, me empecé a quedar sin aire. Me estaba ahogando, mis manos y piernas comenzaron a retorcerse, abría la boca para agarrar aire pero era en vano, por más aire que tragase sentía que no era suficiente, caí al suelo, estaba mareada y comencé a temblar, mi corazón se me salía del pecho. Grité lo más fuerte que pude, pero no salió ningún sonido de mi boca. No sé por cuanto tiempo estuve así, sentí que era el fin. Me retorcía del dolor, como si todo mi cuerpo hubiese un calambre, mi mente estaba en la sala de partos de la carnicería del infierno, ¡pero no! Yo estaba en mi cocina, y seguí pensando que estaba en mi cocina hasta que poco a poco mi cuerpo se relajó y pude ponerme en pie. ¡El bebé despertó! Llegue junto a él para darle pecho, me acurruqué y pasé así el resto del día. Días después pude ver en mi cuerpo moretones que me dejo aquel incidente. Hoy en día sé que fue un ataque de ansiedad, ese fue el primero de muchos ataques de ansiedad que me dieron y me siguen dando.

Llegó un día de esos en que me dije que no aguantaba más, que quería ser feliz como las otras madres. En mi intento de sanar mi malestar emocional, busqué ayuda psicológica con un «profesional». Fui a un centro de salud y conseguí una cita. Pensaba que así acabaría todo aquel problemón. ¡Qué ilusa fui! El psicólogo era un hombre joven y airado. Comencé explicándole mi mala experiencia con el trato que recibí en mi parto y lo que estaba viviendo en aquel momento. Él muy confiado sonreía a todo lo que yo le decía y cuando termine, me miro y dijo que tenía depresión postparto «normal» y que ya se me pasaría, que tomara las cosas con calma, que todo estaría bien, que se me pasaría más temprano que tarde. Yo quedé en shock al instante. Confiçe en lo que me dijo, que ya pasaría, pero no se me pasó. Siguió y, además, siguió empeorando.

Al mes volví a otra consulta hecha polvo y esta vez hablé sobre la poca relación que tenía con el bebé, de que no tenía una conexión con él, de que ya comenzaba a tener pensamientos negativos, surgió de nuevo el tema del trato en el parto, su respuesta fue contundente y decisiva para mí:

Mire señora, los profesionales de la salud hicieron lo que tenían que hacer. ¡Ellos hacen lo mejor para usted! Además, usted y su hijo están bien. Ellos son los que saben, puede que usted inconscientemente exagere las cosas y este idealizando la maternidad. Le mandaré hacer las pruebas tiroideas, puede que este sufriendo de problemas de tiroides y a eso se deban esos arrebatos que tiene. ¡Mire como viene ahora llorando! En la sesión anterior pensé que todo había quedado claro.

Después de eso más nunca volví con ese ni con ningún otro psicólogo.

Mientras yo seguía sin poder dormir, tenía muchos malos recuerdos que me atacaban todas las noches, me sentía en la más infinita soledad, era presa de crisis de llanto cada día cada noche, durante más de un año, además de los ataques de ansiedad que me daban muy seguidos de 3 a 5 veces por la semana, los primeros seis meses fueron muy duros tuve que luchar contra mí misma para no hacerle daño al bebé, Yo solo pensaba: esto no tiene por qué ser así! ¡Dios mío ayúdame te lo suplico! Tengo que hacer algo me dije, así que yo misma busque hacer una especie de terapia, todas las tardes salía a caminar y llevaba a mi bebé en brazos, caminaba 5 kilómetros de ida y 5 de vuelta, así de grande era mi estrés, estas caminatas fueron cruciales para drenar mi malestar, también decidí que cuando tuviese pensamientos y sensaciones negativas pensaría en otra cosa y así lo hice, y funciono en parte, porque ahora cada vez que estoy con mi hijo pues… Mi cerebro se pone en automático y se va a otro lugar y gracias a esta táctica, pues mi mente borro muchos recuerdos, muchos (pero lo del parto no! ¡Eso si lo dejo fresquito!).

Hay días en que trato de recordar a mi bebé cuando estaba recién nacido o de unos pocos meses y no puedo, incluso si logro recordar algo no puedo ubicar al bebé en ese momento, sé que estaba allí claro, pero ¡no puedo verlo! La lactancia fue exitosa y sanadora, más de lo que yo esperaba, incluso estoy segura de que fue terapéutica.

Otro de esos días, en mi frenética búsqueda de información sobre el parto y sobre la violencia obstétrica, me di cuenta de que yo no era la única que había pasado una experiencia traumática. Comencé a investigar y encontré el Síndrome de Estrés Post Traumático posparto.

Comencé a leer y yo tenía todos y cada uno de los síntomas. ¡Era como si yo misma lo hubiese escrito! Me sentí aliviada de no estar loca, de saber que no soy una mala madre, que no es mi culpa lo que siento. Esto alivió mucho mi frustración, también descubrí que me dan ataques de ansiedad.

Fui donde mi madre y le expliqué lo que tenía, hablamos mucho, toda la noche y madrugada, lloramos juntas. Hubo una gran revelación: Hija, yo también fui víctima de violencia obstétrica en tu parto. Sufrí mucho también, pero yo pensé que eso era algo normal que nos pasaba a todas. ¡Yo no sabía que esa violencia existía en aquel momento! Por esa experiencia no quise tener más hijos. Ese día entendí muchas cosas de mi madre. Yo le dije que aún estaba a tiempo de sanar, que sanáramos las dos nuestras heridas. Desde ese día, las cosas entre nosotras han mejorado exquisitamente.

Busqué ayuda de verdad, alguien que realmente supiera sobre psicología perinatal. Yo lo dije muy fácil, pero, pero, pero, encontrar alguien así es difícil y más en donde vivo. Además de que la crisis económica que vive mi país pues no me permitiría costearlo, pero por algo se empieza. Así que contacté con foros, chats y grupos de ayuda para mujeres que al igual que yo sufrimos de violencia obstétrica que nos arrebató una parte de nuestro ser.

Por otra parte yo sigo viviendo mi vida, tratando de educar a mis hijos en el respeto y en el amor, trato siempre de vivir un día a la vez padeciendo TEPT posparto, que, aunque ya ha mermado un poco, sigue condicionando algunos aspectos de mi vida y de mi maternidad, condicionó mucho mi segundo embarazo. Al pasar cerca del hospital donde parí, siento mucha ansiedad y miedo, cuando veo una embarazada no puedo evitar imaginarla pariendo sobre un potro ginecológico mientras se le afincan en su panza, la cortan y le quitan a su hijo, doy un suspiro enorme y sigo mi camino. No puedo evitar comparar mi parto con el de otras mujeres. Hay algunas canciones (que no sé por qué) no las puedo oír porque me llevan a ese día, me entra el miedo por los brazos.

El sexo fue otro placer que perdí. Ya no es lo que solía ser, todo el tiempo surgen de la nada recuerdos del maltrato que viví (eso mata la pasión de cualquiera). Ir al control ginecológico es una tortura también. Otra cosa es que no puedo pronunciar ciertas palabras como: colaborar, colabore, colaboración, puje, coito, incluso al escribirlas me entra una rabia. También las tijeras me causan incomodidad: al mirarlas pienso en la episiotomía y el sonido que producen al cortar la carne.

Gracias a muchas páginas y redes de apoyo he podido salir adelante. Pude crear un vínculo con mi hijo. Ahora solo quiero recuperar los momentos perdidos. Al ver a mi hijo jugar con su tortuguita, lo miro y lloro de alegría, pienso: «Qué grande está mi hijo, es todo un galán». Se me sale una lágrima que me recorre la mejilla, y él me la seca diciendo: ¿po ké yoya mami? no yoye mami…  Lloro porque te amo mucho hijo.

 

Por Suhaila Hassan